¡Bienvenido a nuestra iglesia! Somos una comunidad de personas comprometidas a vivir el mensaje de amor y esperanza de Jesucristo. Nos esforzamos por ser una familia espiritual donde cada persona es valorada y amada. Nos reunimos para adorar juntos, aprender de las enseñanzas de la Biblia y apoyarnos mutuamente en nuestra vida espiritual. Nuestro propósito es crecer juntos en la fe, servir a los demás con amor y compartir el mensaje transformador del Evangelio. Te invitamos a conocernos mejor, a ser parte de nuestra familia de la fe y a descubrir cómo juntos podemos marcar una diferencia en el mundo que nos rodea. ¡Esperamos recibirte pronto y compartir contigo el amor y la gracia de Dios!
Dios nos creó a su imagen y semejanza para tener comunión continua con nosotros. Él es santo y justo y para poder tener comunión con él nosotros también debemos ser santos y justos. Todo iba bien al principio de la historia humana hasta que nuestros primeros padres, Adán y Eva, desobedecieron a Dios queriendo establecer ellos mismos lo que está bien y lo que está mal. De esa forma perdieron su comunión con Dios y se convirtieron en pecadores hundiendo a toda la raza humana en el pecado y la muerte. La Biblia dice, “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
Todos nacemos con una naturaleza pecadora y cometemos actos de pecado. La Biblia dice que “el pecado es
infracción de la ley [de Dios]” (1 Juan 3:4). Dios dijo, “no mentirás”, así que cuando mentimos
quebrantamos la ley de Dios y somos culpables ante él. Dios también dijo: “No te harás imagen…No te
inclinarás a ellas, ni las honrarás…No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano…Honra a tu padre y a
tu madre…No matarás. No cometerás adulterio. No robarás…No codiciarás” (Éxodo 20:4-17) Todos,
incluyéndote a ti, hemos quebrantado esa ley de Dios en algún punto. Y el mismo Dios que nos hizo será
nuestro juez en el día final. Así que somos culpables ante un Dios justo que “no tendrá por inocente al
culpable” (Nahum 1:3). La condena que nosotros merecemos es la muerte eterna en el infierno porque Dios
dice que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
Cómo desearíamos revertir esta situación, ¿no? El problema es que no importa cuán buenos seamos, no
podemos compensar por nuestros pecados, “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en
un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10). Así que no podemos hacer nada para ganarnos el
cielo. Sin embargo…
Dios nos vio en nuestra rebeldía, miseria y desesperanza y nos amó de todas formas. Envió a esta tierra a su
propio Hijo, quien se hizo hombre y nació de la virgen María. Siendo Dios-hombre fue el único que “no hizo
pecado, ni se halló engaño en su boca” (1 Pedro 2:22). Vivió una vida de perfecta obediencia a la ley de
Dios su Padre, sin embargo los hombres lo rechazaron y lo sentenciaron a muerte en una cruz. Allí murió
tomando el lugar de los pecadores y sufriendo el castigo que nosotros merecíamos. “Porque también Cristo
padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). El
pagó por todos nuestros pecados.
Pero no quedó muerto. Al tercer día resucitó de la tumba y se apareció vivo a muchos que luego dieron
testimonio de su resurrección aún ante la amenaza de muerte.
Ahora Jesús está vivo en el cielo y ofrece la vida eterna, el perdón de pecados, a todos aquellos que se arrepienten de sus pecados y ponen su fe en él. La Biblia dice, “Pero Dios…ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Para arrepentirte debes reconocer que vas por el camino equivocado y vas para la dirección contraria de lo que Dios manda. Dios quiere que pongas toda tu fe solo en Su Hijo. Juan 3:16 dice “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Si te has arrepentido de tus pecados y has puesto tu fe en Jesús, naciste en la familia de Dios. La Biblia dice que “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Y como nuevo hijo de Dios necesitas crecer. Aquí está el diseño de Dios para tu crecimiento:
Comienza a leer el evangelio de Juan, un capítulo por día. Si no tienes una Biblia o Nuevo Testamento, puedes leerla aquí Descubre también los recursos que tenemos a tu disposición para aprender la Biblia.
Ora cada día:
Busca una buena iglesia en la que puedas crecer en tu fe y servir a Dios y a otros. Si vives cerca te animamos a que nos visites. Estos son nuestros horarios de reuniones.
Cuenta a tus familiares y amigos de tu nueva vida en Cristo y diles cómo pueden ser salvos también. Puedes descargar estos folletos que te pueden ayudar.
Pon en práctica cada día las enseñanzas que vas aprendiendo.
Existimos para glorificar a Dios evangelizando a los perdidos, haciendo discípulos, capacitando a los creyentes, entrenando líderes serviciales y estableciendo iglesias reproductivas.